La saliva, ese fluido esencial

La saliva interviene en los procesos bucales, gástricos y de la fonación

Un fluido con el que convive cotidianamente el odontólogo es la saliva. ¿Pero qué se sabe de ella? Al leer esta nota, se develarán los maravillosos procesos en los que interviene la saliva cotidianamente para facilitar muchas funciones del organismo. También, se conocerán los factores que alteran su producción y secreción, un aspecto a tener en cuenta por el profesional.

Por la Dra. Patricia Rodríguez, profesora regular con dedicación exclusiva de la Cátedra de Bioquímica General y Bucal de la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires.

La saliva es un fluido de interés para varias especialidades del área de la salud: fonoaudiología (por el rol de las mucinas salivales en la fonación), gastroenterología (la saliva es el primer jugo digestivo que se pone en contacto  con el alimento y contiene α-amilasa y lipasa), y la odontología. Últimamente, en el campo de los análisis clínicos la saliva ha cobrado relevancia por su valor diagnóstico y por ser una muestra de extracción atraumática (a diferencia de la sangre).

Es un fluido fundamentalmente acuoso (99 por ciento de agua), y el 1 por ciento restante corresponde a material sólido, suficiente y fundamental para sus diversas funciones.

Desde el punto de vista odontológico, este fluido fue diseñado para mantener la integridad tanto de las mucosas como de las estructuras mineralizadas de la cavidad bucal.

 

Las diversas funciones de la saliva

 

La acción antimicrobiana la ejerce de diversos modos: acción físico-mecánica por barrido, acción inmunológica (IgA secretoria), acción enzimática (lisozima, peroxidasa, lactoferrina, que no afectan la flora habitual), histatinas (propiedades antifúngicas).

La saliva es primordial en el mantenimiento de la integridad de las mucosas, ya que las mucinas y glucoproteínas de la saliva lubrican y protegen de la sequedad, la abrasión y de la temperatura. Aporta cantidades significativas de  factor de crecimiento nervioso, factor de crecimiento epidérmico, factor transformante-beta de crecimiento y calicreína, que desempeñan un papel importante en la respuesta inmuno-inflamatoria de las mucosas no solo de la cavidad bucal sino también de todo el tracto gastrointestinal.

La saliva es fundamental para resguardar la integridad de las piezas dentarias a través de sus propiedades buffer o amortiguadora y de en la regulación del ambiente iónico para una potencial remineralización, sin precipitación espontánea. Además, interviene en la maduración post-eruptiva del esmalte y en la formación de la película adquirida sobre la superficie adamantina.

La saliva es efectiva en el mantenimiento relativo del pH neutral de la cavidad oral, en la placa bacteriana y en la deglución en el esófago. Tanto en la cavidad oral como en el esófago la mayor regulación del pH se realiza durante la ingesta de alimentos sólidos y líquidos. El responsable es el bicarbonato salival, cuya concentración varía directamente con la velocidad de flujo salival.

El calcio y el fosfato salivales son, por su concentración, potencialmente capaces de precipitar. Sin embargo, en saliva encontramos un fosfopéptido llamado estaterina, que impide la poliinteracción iónica de calcio y fosfato, evitando la formación de cristales y por ende, la de cálculos. Por el contrario, cuando la saliva penetra en la placa bacteriana, sin la estaterina (por su peso molecular) contribuye a la remineralización del esmalte.

Muchas proteínas salivales, como la albúmina, amilasa, cistatina, histatina, IgA, lactoferrina, lactoperoxidasa, lisozima, proteínas ricas en prolina (PRP) y estaterinas, por su alta afinidad por la hidroxiapatita del esmalte  participan en la formación de la película adquirida (PA). No todas las proteínas presentes en saliva se encuentran en la PA, ni en las mismas concentraciones. Esto sugiere una adsorción selectiva sobre las superficies dentarias. De las 309 proteínas presentes en saliva, solo 130 se encuentran en la PA. Con respecto a su composición inorgánica, la PA contiene concentraciones mucho más altas de calcio y fosfatos que la saliva.

Esta película forma una interfase de protección entre la superficie dental y el entorno oral, actuando como una barrera de permeabilidad selectiva que regula los procesos de mineralización y desmineralización, amén de determinar la composición microbiológica del biofilm.

Esta película representa la primera etapa en la formación de la placa bacteriana. Su estructura favorece y condiciona cuali y cuantitativamente la colonización bacteriana de las superficies dentales. No obstante, actúa como un obstáculo para la difusión de sustancias y protege al esmalte de la acción disolvente del ácido láctico proveniente de la placa dental u otros tipos de ácidos como el ácido clorhídrico del estómago o el ácido cítrico proveniente de la dieta.

En experimentos en donde se midió la solubilidad del esmalte sumergido en soluciones de ácido láctico, se comprobó que la solubilidad era mayor cuando estaba desprovisto de la PA. Inclusive, podría impedir la salida de iones de calcio y fosfatos de la zona donde el esmalte está siendo disuelto por acción del ácido. Así, favorece la mayor concentración de los mismos y con ello su reprecipitación (remineralización). Provee protección contra la erosión dental, ya que se ha observado una correlación directa entre el espesor de la PA y el grado de erosión.

 

Mecanismo de secreción

 

La respuesta secretoria de las glándulas salivales es un mecanismo reflejo mediado por las vías autonómicas parasimpáticas y simpáticas. A su vez, la velocidad de flujo salival está influenciada por numerosos factores, y tiene un marcado efecto sobre la composición. Los estímulos generados por la masticación y los estímulos gustativos influyen considerablemente en el flujo y composición química de la saliva. Es decir, el mayor flujo salival se produce durante las comidas y el incremento máximo se logra con un agente ácido. La temperatura también influye de forma significativa; los líquidos fríos estimulan más el flujo salival que los calientes. A mayor duración del estímulo, el flujo salival experimenta una disminución exponencial. El flujo salival también depende del grado de hidratación, la posición corporal, la exposición a la luz, la estimulación previa; además, presenta un ritmo circadiano de secreción, así durante el sueño el flujo es mínimo.

Existen otros factores que afectan también la velocidad de flujo: las náuseas (asociada al vómito) causan incremento de la salivación, mientras que el miedo, la deshidratación y la anestesia general provocan sequedad bucal.

Una expresión clínica de la disfunción salival es la disminución del flujo salival (hipofunción) o una total pérdida de la función salival (xerostomía). Esta se puede ver alterada por iatrogenia, enfermedades locales o sistémicas o diversas   terapias médicas (tratamientos oncológicos- radiación o quimioterapia, quirúrgicos o farmacológicos) que directa o indirectamente actúan sobre la vías autonómicas.

 

Finalmente podemos decir que cuando “se nos hace agua la boca”, nos estamos preparando para recibir al alimento en la cavidad bucal, iniciar su digestión, preparar el bolo alimenticio para la deglución y proteger a nuestras mucosas y dientes de la abrasión y de los ácidos, tanto los generados por el metabolismo de los carbohidratos en la placa bacteriana como los aportados por la dieta. Y todo esto gracias a la saliva.

 

Panorama Odontológico agradece a la Prof. Dra. Patricia Rodríguez por la participación en esta nota.

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