¿Cómo puede colaborar el pediatra en la salud oral de los niños y la caries dental?

A pesar de que cada vez más se consulta al odontólogo, la caries dental continúa siendo la enfermedad crónica infantil más común. Solo en Estados Unidos la prevalencia de esta patología continúa siendo superior al 40% entre los niños y jóvenes de 2 a 19 años. 

Los pediatras tienen a su cargo la salud general de los niños y son los que se enfrentan con más frecuencia a la morbilidad asociada a la caries dental. Por ello, y sumado a que los niños visitan al pediatra con mayor frecuencia que al odontólogo, los autores David Krol y Kaitlin Whelan elaboraron una minuciosa guía para pediatras en torno a la prevención de la caries. La misma puede encontrarse en la revista Pediatrics. 

El importante rol de los pediatras en la prevención de la caries reside en el monitoreo de la salud bucal centrándose en los factores de riesgo asociados, como la dieta, la saliva y el estado de los dientes (la experiencia actual y previa de caries). 

Cada consulta constituye una oportunidad para evaluar el riesgo, discutir con los padres la reducción del riesgo, modificar comportamientos e identificar objetivos para mejorar la salud bucal. 

Entre los tópicos detallados por Krol y Whelan en su artículo se incluye: 

  • Asesoramiento sobre hábitos y alimentación. Esto comprende la alta frecuencia y cantidad de la ingesta de azúcares (a excepción de los naturales presentes en frutas y verduras enteras o productos lácteos); hábitos como dormir con la mamadera o biberón (con líquidos que no sean agua); refrigerios frecuentes entre comidas de azúcares, almidón cocido, bebidas azucaradas, alimentos pegajosos (por ejemplo, pasas, refrigerios de frutas y vitaminas gomosas); ingesta frecuente de medicamentos azucarados; alentar a los a los niños a beber solo agua entre comidas (preferiblemente agua corriente fluorada); desaconsejar el consumo de jugo 100% natural antes del año de edad; el consumo limitado de estos jugos en niños de 1 a 6 años; alentar el destete de la mamadera o biberón al año de edad; promover la lactancia materna continua a medida que se introducen alimentos complementarios durante 1 año o más (de acuerdo al deseo del bebé y de la madre que amamanta). 
  •  Transmisión vertical de bacterias. Krol y Whelan afirman que existe evidencia sólida que demuestra que las madres son una fuente principal de colonización de S. mutans para sus hijos (por ejemplo, al compartir utensilios o limpiar el chupete con la boca).  “Por lo tanto, un factor importante asociado con el riesgo de caries en niños pequeños es la presencia reciente o actual de caries dental activa en el padre/cuidador principal”, explican. Dado que es posible que las bacterias se transmitan verticalmente, la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades orales en los padres del niño son muy beneficiosas, especialmente durante el embarazo. 
  • Xerostomía. Esta patología causada por enfermedades como diabetes mellitus, síndrome de Sjogren, fibrosis quística o por medicamentos como antihistamínicos, anticonvulsivos y antidepresivos provocan la merma del flujo salival. La insuficiencia de saliva hace que sea difícil amortiguar el ácido producido por las bacterias patógenas, aumentando así su capacidad para dañar el esmalte dental.
  • Anomalías en la estructura anatómica de los dientes. Los dientes con defectos en el esmalte (frecuentes prematuros) cuentan con una mayor susceptibilidad a las enfermedades. Similarmente ocurre con molares con fosas y fisuras profundas.
  • Exposición al humo de segunda mano. Krol y Whelan afirman que cada vez hay más pruebas que asocian la exposición al humo de segunda mano con la caries dental en los niños. 
  • Orientación anticipada. De esta forma, los pediatras “pueden ayudar a las familias a prevenir la caries dental al tener una comprensión clara de su etiología y los factores de riesgo que conducen y facilitan la propagación de esta enfermedad”, asientan los autores. Esta orientación anticipada pueda ser multifacética enfocada en la disminución del riesgo de la enfermedad. Otra forma de enfocar la orientación anticipada es a través de las conversaciones sobre los hábitos dietéticos y la ingesta nutricional (como se explica más arriba). 
  • Fluoruro. Otra estrategia de orientación anticipada en el niño sano es la evaluación de la ingesta de flúor en cada visita preventiva por parte de los pediatras. Esto incluye el consumo de agua corriente o de canilla fluorada; así como alentar a las familias a proteger los dientes de sus hijos con la administración regular de flúor oral y tópico.
  • Higiene oral. En este caso, la orientación anticipada está dirigida tanto a padres como a los niños. Esto incluye que el pediatra anime a padres a mantener una buena higiene bucal que incluya el cepillado regular, el uso del hilo dental y una buena relación con el odontólogo. También, que se cepille los dientes de los niños dos veces por día con pasta dental fluorada tan pronto como los dientes erupciones y que los padres supervisen esta actividad hasta los 10 años de edad. 
  • Uso del chupete y hábito de chuparse el dedo. La Asociación Americana de Pediatría recomienda a los padres ofrecer el chupete a la hora de la siesta y de acostarse debido al efecto protector que ofrecen los chupetes sobre la incidencia del síndrome de muerte súbita del lactante después del primer mes de vida. De acuerdo a David Krol y Kaitlin Whelan, “la evaluación por parte de un odontólogo está indicada para hábitos de succión no nutritivos que continúan más allá de los 3 años de edad”. Por otra parte, los niños que emplean chupete tienen menos probabilidades de desarrollar maloclusiones en comparación con los chupadores de dedos. No obstante, una mayor duración de la succión del chupete o de los dedos se asocia con un mayor riesgo de desarrollar maloclusiones. Finalmente, la lactancia materna también disminuye el riesgo de maloclusiones.
  • Lesiones dentales. Los pediatras pueden colaborar en la prevención de este trauma al aconsejar cubrir las esquinas afiladas de los muebles del hogar al nivel de los niños pequeños que caminan; recomendar el uso de asientos de seguridad para el automóvil; advertir del riesgo de lesiones bucales con cables eléctricos y promover el uso de protectores bucales durante actividades deportivas en las que existe un riesgo significativo de lesiones orofaciales (como el baloncesto, hockey sobre césped y béisbol, etc.). 
  • Colaboración con el odontólogo. Entidades como la Academia Estadounidense de Odontología Pediátrica, la Asociación Dental Estadounidense, la Asociación Estadounidense de Higienistas Dentales y la Asociación Estadounidense de Odontología de Salud Pública recomiendan una consulta odontológica a partir del año de vida. “Aunque los pediatras tienen la oportunidad de brindar una evaluación temprana del riesgo de caries dental y orientación anticipada para prevenir enfermedades, también es importante que los niños establezcan un hogar dental”, opinan Krol y Whelan (nota del R.: la negrita es nuestra). Esta derivación temprana al odontólogo propicia la oportunidad de mantener una buena salud bucal, prevenir enfermedades, tratarlas a tiempo y reducir costos.

“Los pediatras que estén familiarizados con la ciencia de la caries dental, capaces de evaluar el riesgo de caries, que se sientan cómodos aplicando diversas estrategias de prevención e intervención, conectados con los recursos dentales y familiarizados con los determinantes sociales de la salud infantil pueden contribuir considerablemente a la salud de sus pacientes”, concluyen David Krol y Kaitlin Whelan. El foco de estos autores siempre está puesto en la colaboración mutua entre los profesionales de estas dos disciplinas, teniendo al pediatra como punto de partida y actor necesario para una mejor salud oral del niño.

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