Covid-19: apuntes sobre la inmunización de rebaño
Investigadores advierten que la mayoría de los estudios sobre anticuerpos contra el coronavirus provienen de convalecientes hospitalizados con un cuadro de infección grave. ¿Es suficiente para planificar políticas de retorno a las actividades post-aislamiento?
En esta etapa de la pandemia SARS-CoV-2 se piensan formas de regreso escalonado de la población al trabajo. Sin embargo, todavía no se sabe a ciencia cierta cómo exponer a las personas al virus (inclusive las de menor riesgo, como los jóvenes sin comorbilidades) para aumentar la inmunidad de rebaño sin provocar una pandemia de propagación.
Para salir del aislamiento se prueba como estrategia aumentar las pruebas y el rastreo de contactos, permisos de regreso a las labores basados en el estado inmune, nuevas propuestas terapéuticas y la vacunación.
En cuanto a las pruebas, su ampliación determinaría quién es inmune y orientaría sobre el grado de inmunidad de rebaño. Empero, es necesaria la precaución ya que el anticuerpo total medible no es exactamente el mismo que el anticuerpo protector neutralizador de virus. A esto se le suma que del 10 al 20 por ciento de las personas infectadas sintomáticamente tienen poco o ningún anticuerpo detectable.
Asimismo, un trabajo sobre convalecientes de SARS mostró que aproximadamente el 90 por ciento tenía anticuerpos funcionales neutralizantes de virus y alrededor del 50 por ciento tenía respuestas fuertes de linfocitos T. Con estas observaciones se refuerza la confianza en una visión simplista en la cual la mayoría de los sobrevivientes de COVID-19 grave tienen anticuerpos protectores.
“Una advertencia es que la mayoría de los estudios, ya sea de sobrevivientes de SARS o de pacientes con COVID-19, se han centrado en personas que fueron hospitalizadas y tenían una enfermedad grave y sintomática. Se necesitan con urgencia datos similares para las personas con infección por SARS-CoV-2 que no han sido hospitalizadas”, observan los doctores Daniel Altmann, Daniel Douek y Rosemary Boyton en el artículo “What policy makers need to know about COVID-19 protective immunity” publicado en The Lancet.
En el grupo de estos pacientes internados con cuadro grave, alrededor del 90 por ciento desarrolla anticuerpos IgG dentro de las dos primeras semanas de infección sintomática y esta aparición coincide con la desaparición del virus, lo cual apoya una relación causal entre estos eventos. Tal como refierieron Altmann, Douek y Boyton, una pregunta clave apunta a los anticuerpos en individuos no hospitalizados que tienen enfermedad leve o no presentan síntomas. Los resultados anecdóticos de las muestras comunitarias brindan estimaciones de menos del 10 por ciento de los «controles» probados que desarrollan anticuerpos IgG específicos. “Esperamos conjuntos de datos de seroprevalencia más grandes, pero parece probable que la exposición natural durante esta pandemia podría, en el corto a mediano plazo, no entregar el nivel requerido de inmunidad de rebaño y habrá una necesidad sustancial de programas de inmunización masiva”, concluyen los autores.
Actualmente hay 100 tipos de vacunas para COVID-19 en etapa de investigación con un puñado de ellas en ensayos de fase 1 para la evaluación de su seguridad e inmunogenicidad, un hecho no menor tratándose de un virus que recién fue secuenciado por primera vez en enero de 2020.