Anafilaxia: cómo resolver la emergencia en el momento

Por su irrupción en forma rápida y su capacidad de causar la muerte, la anafilaxia es un tema a tener presente entre los profesionales de la salud en la práctica diaria. 

En sí, la anafilaxia es una reacción de hipersensibilidad sistémica grave que desarrolla problemas en forma veloz en las vías respiratorias, en la respiración y en la circulación. 

Los alimentos, las drogas y el veneno suelen ser los desencadenantes más habituales. Los primeros son más comunes entre los jóvenes (adolescentes y adultos de hasta 30 años padecen de mayor riesgo de reacciones mortales a los alimentos). Entre los ancianos, la causa más probable puede ser la anafilaxia inducida por fármacos, debido a la combinación de comorbilidades y polifarmacia (incluidos los betabloqueantes y los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina). 

Así todo, aún hay un 30 por ciento de los casos en donde no exista un desencadenante evidente anafilaxia “idiopática” o “espontánea”).

Las características de la anafilaxia son su repentino inicio y progresión rápida de los síntomas, los problemas de las vías respiratorias, la respiración y la circulación (ABC) y también los cambios en la piel o mucosas (urticaria, enrojecimiento o angioedema). Esto último puede estar ausente o presentarse en forma sutil entre el 10 y el 20 por ciento de las reacciones. 

“Muchos pacientes con anafilaxia no reciben el tratamiento correcto debido a que no reconocen la anafilaxia. Aproximadamente la mitad de los episodios de anafilaxia no se tratan con adrenalina, incluso cuando ocurren en un entorno de atención médica”, denuncian los doctores Andrew Whyte, Jasmeet Soar, Amy Dodd, Anna Hughes, Nicholas Sargant y Paul Turner, investigadores del Reino Unido en centros como Derriford Hospital (Plymouth), Southmead Hospital (Bristol) y Severn Deanery (Bristol). 

Por ello, llevaron a cabo una revisión de la guía actualizada “Tratamiento de emergencia de la anafilaxia: Pautas para proveedores de atención médica” de 2021 (que reemplaza a la guía RCUK de 2008). Ésta incorpora cambios en cuanto al reconocimiento, el manejo, la observación y el seguimiento de pacientes con esta condición. 

La primera recomendación que brindan es cuidar la postura del paciente. La más recomendada es la supina o sentada, permanecer plano, con o sin las piernas levantadas. Si la postura se cambia de supina a de pie, puede asociarse con el colapso cardiovascular o muerte durante la anafilaxia por una merma en el retorno venoso y la consiguiente reducción del llenado y la perfusión del miocardio.

En aquellos casos en que los síntomas afectan a las vías respiratorias o a la respiración es posible que el paciente pueda preferir estar semirrecostado con o sin las piernas levantadas.

En segunda instancia, Whyte y sus colegas enfatizan en que la adrenalina intramuscular (IM) constituye el tratamiento de primera línea para la anafilaxia. Las guías internacionales coinciden en que la adrenalina debe administrarse tan pronto se desarrollen las características de la anafilaxia. Los retrasos en su administración se asocian con los resultados más graves y posiblemente la muerte. “La anafilaxia fatal es rara pero también muy impredecible, por lo que todos los casos de anafilaxia deben tratarse como potencialmente mortales”, advierten. En el 10 por ciento de los casos pueden persistir los problemas ABC a pesar de ya contar con una dosis de adrenalina IM en el organismo pero la mayoría de los sujetos responde a una segunda o tercera dosis. 

Ya no se recomiendan corticosteroides (como la hidrocortisona) para el tratamiento de emergencia de rutina de la anafilaxia. “Hay poca evidencia de que los corticosteroides ayuden a acortar los síntomas prolongados o a prevenir las reacciones bifásicas. Además, hay datos emergentes que sugieren que el uso rutinario de esteroides se asocia con un aumento de la morbilidad incluso después de corregir la gravedad de la reacción”, agregan los investigadores británicos. 

Así todo, los autores aclaran que existen escenarios específicos en los que los corticosteroides pueden ser beneficiosos. Por ejemplo, si la anafilaxia ocurre en el contexto de un asma mal controlada. También, en aquellos casos de anafilaxia refractaria (la persistencia de las características ABC a pesar de dos dosis apropiadas de adrenalina). “En estos casos, el balance de riesgos y beneficios es diferente y, dada la incertidumbre en la evidencia, los corticosteroides pueden ser beneficiosos pero no deben retrasar ni reemplazar las dosis adecuadas de adrenalina cuando se trata la anafilaxia”, añaden.

Por su parte, se puede emplear antihistamínicos como tratamiento de tercera línea para reducir la afectación de la piel, “pero solo después de un tratamiento exitoso de las características ABC”, aclara Whyte y su equipo.

En su extenso trabajo, titulado Emergency treatment of anaphylaxis: concise clinical guidance, Whyte, Soar, Dodd, Hughes, Sargant y Turner brindan ilustraciones claras sobre estos tópicos además de abordar temas como la anafilaxia refractaria, algoritmos de tratamiento y consejos sobre la observación después del evento anafiláctico. Puede consultarse en Clinical Medicine Journal. 

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