Nutrición desde la concepción y su impacto en la salud bucal del bebé (segunda parte).

La doctora Silvia Friedman, profesora titular de la Cátedra Bioquímica General y Bucal de la Facultad de Odontología de la UBA, analiza la relación entre la alimentación durante el embarazo y las consecuencias en la gestación y la futura salud bucal del bebé.

Durante la infancia temprana se produce el rápido crecimiento y el desarrollo de la mandíbula y los dientes, aunque éstos no hayan erupcionado. Desde el punto de vista nutricional, que el feto comience a chuparse el dedo pulgar en el útero o en los primeros días de vida extrauterina es un paso importante del niño que señala la autorregulación y el control de las emociones; sin embargo, esta etapa no debe perdurar en el tiempo.

El primer año del niño constituye una de las etapas más vulnerables de la vida, particularmente con respecto a la nutrición. La lactancia es la alimentación óptima del recién nacido. Los niños amamantados por madres sanas y bien nutridas pueden alimentarse exclusivamente al pecho durante los primeros seis meses.

Entre los 6 a 12 meses de edad, 8 dientes erupcionan. Durante esta etapa de desarrollo, se produce la introducción de los semisólidos, la transición de una dieta exclusivamente líquida -leche materna o fórmula- hacia una dieta variada en composición y textura, la que se conoce como “alimentación complementaria”.

En este período en el cual el niño se vuelve omnívoro, la introducción de nuevos alimentos puede conducir a dietas de pobre calidad nutricional, dado que en muchos casos se abandona la leche materna completamente (esta debe acompañar la nueva dieta hasta el primer año de vida). Desde el punto de vista odontológico, durante el primer año de vida, un episodio de desnutrición de leve a moderado, puede resultar en un mayor riesgo de caries. Sin embargo, la estructura dental determinará el grado de susceptibilidad a las agresiones.

Las causas de caries en la primera infancia son discutibles, pero existe un acuerdo en que las prácticas nutricionales son las de mayor riesgo, incluyendo el uso frecuente y a largo plazo de mamaderas que contienen azúcares fermentables (jugos de frutas, gaseosas y otras bebidas endulzadas) y el uso de un chupete embebido en azúcar.

La presencia continua de sacarosa en dientes y encías asegura la supervivencia de las bacterias. Proceso que puede comenzar antes de que los dientes erupcionen  completamente. Los incisivos superiores son especialmente vulnerables mientras que los incisivos inferiores generalmente están protegidos por la lengua.

Es de señalar que cuando la caries en la primera infancia es severa, puede dañarse el desarrollo de los dientes permanentes. Lo importante es que la presencia de caries sin diagnosticar, puede causar dolor llevando al niño a limitar la ingesta de alimentos y por ende indefectiblemente a un retraso en el crecimiento y desarrollo corporal.

Los alimentos cariógenos que generalmente se retienen lo suficientemente en los dientes, incluyen a los azúcares simples que se encuentran en frutas, jugos y gaseosas, a alimentos ricos en almidón y sacarosa, como bizcochos que se utilizan en colaciones y a alimentos ricos en almidón (en fosas y fisuras y cemento). Estos carbohidratos convertidos en monosacáridos y disacáridos, pueden ser usados como combustible de las bacterias que se encuentran en la biopelícula dental. Los productos finales de la fermentación bacteriana en medio anaerobio son los ácidos que provocan la disolución del esmalte dental.

Asimismo, la frecuencia de uso y retentiva de carbohidratos fermentables aumentan el riesgo de caries, por ello debe planificarse su uso como parte de la comida. En cambio, los lácteos tienen efectos protectores, siendo una buena opción para incorporarse “entre las comidas”.
Entre los 12 y 24 meses de edad, se produce la erupción de los restantes dientes primarios y el niño en este momento ya tiene 20 dientes. Sin embargo, en niños desnutridos, el patrón de erupción se encuentra retrasado.

A la edad de 1 año, el niño debe poder utilizar una copa para beber, pero en este momento de entrenamiento, se aconseja no exponerlo frecuentemente a líquidos dulces evitando que relacione el beber del vaso con líquidos azucarados altamente cariogénicos (jugos, gaseosas).  La variedad, la moderación y la atención cuidadosa de los alimentos que se incluyen en esta etapa de aprendizaje beneficiarán la salud oral y general.

Alimentos a base de almidón, tales como arroz, fideos, pan y papas deben considerarse de bajo riesgo para el desarrollo de caries. La leche de vaca por su bajo contenido en un disacárido como la lactosa y por el efecto protector del calcio, fósforo y caseína en la leche se considera no cariogénica. El queso también es protector contra la caries dental, debido a su bajo contenido en carbohidratos y elevado en calcio y fósforo; sumado en general a un fuerte sabor, que provoca un aumento en el flujo salival, neutralizando los ácidos en la biopelícula.

Dado que el crecimiento y desarrollo del niño se inicia en la concepción, la aplicación de simples intervenciones nutricionales asegura la salud materno-infantil y previene las alteraciones.

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