Cirugía Buco-Maxilo-Facial en el paciente niño y adolescente

Intervenir y tratar a niños y adolescentes requiere no sólo una pericia especial, sino también una visión integradora y humana de la Odontología. Pues en la atención  confluyen tanto especialistas de otras profesiones como el grupo familiar y la propia psicología del niño y joven. Cómo se encara un plan de tratamiento de traumatismos y  con implantes en este grupo etáreo son algunos de los temas más consultados.

Por el Prof. Dr. Eduardo Bava

 

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Especialista en Cirugía y Traumatología Buco-Maxilo-Facial.

Especialista en Odontopediatría.

Profesor Regular Adjunto de la Cátedra Odontología Integral Niños y Docente Autorizado de la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Director del Posgrado en Implantología del Círculo Argentino de Odontología.

 

 

Para realizar terapéuticas quirúrgicas exitosas en niños y adolescentes se deben tener en cuenta aspectos propios que marcan importantes diferencias con respecto a los adultos. Identificar y reconocer algunos factores intrínsecos de esta población que inciden directamente en el diagnostico, pronóstico y plan de tratamiento, así como poseer conocimientos clínicos, patológicos y psicológicos propios del niño, constituyen básicamente los pilares de una terapia con resultados positivos.

 

El acto quirúrgico en sí mismo se diferencia de otras maniobras odontológicas. Se trata de un acto cruento e invasivo, que genera movilizaciones psicoafectivas en el paciente y su grupo familiar. El hábito y ámbito quirúrgico también pueden generar una situación traumática y temor a lo desconocido. La anestesia local o general y el sangrado son situaciones que están siempre presentes en el acto quirúrgico y pueden despertar fantasías muy frecuentes en los niños. Además, por lo general en casi todas las cirugías “algo se saca” o se extirpa, y en algunos casos resulta conflictivo para el paciente cuando se lo asocia con mutilaciones. La edad del paciente y el nivel de madurez psiconeurológica muchas veces impiden soslayar estas fantasías a un plano real.

 

Con el objetivo de controlar y minimizar riesgos propios de las maniobras quirúrgicas se aplican técnicas de psicoprofilaxis pre y post intervención. El tratamiento integral resulta del trabajo de un equipo multidisciplinario conformado por distintos especialistas: odontopediatría, cirujano, psicólogo, ortodoncista y fonoaudiólogo, para garantizar de esta manera que el paciente pueda afrontar el acto quirúrgico de la forma más saludable y atraumática posible. El trabajo en equipo permite un abordaje integral del paciente, alivia y contiene a cada uno de sus integrantes.

 

Si bien la técnica quirúrgica no presenta diferencias significativas con respecto al adulto, hay que tener en cuenta las consideraciones anatómicas, fisiológicas y maduración biológica propias de un paciente en crecimiento y desarrollo.

 

Finalmente, hay otro aspecto fundamental es la contención de la familia. Cuando el profesional atiende a un niño, atiende a su grupo familiar. Eso es algo difícil de entender para muchos profesionales. Una vez que se interpreta esa situación, genera contención en el grupo familiar y se puede dirigir en forma más concreta y exacta el plan de tratamiento de ese niño.

 

El tratamiento mediante implantes en esta población tiene consideraciones especiales, como los conocimientos básicos en crecimiento y desarrollo del macizo craneofacial;  sumados al manejo de las técnicas implantológicas y de rehabilitación aseguran un diagnóstico y plan de tratamiento individualizado y exitoso en pacientes jóvenes.

 

Generalmente, el momento más óptimo para encarar un tratamiento con implantes es a los 17-18 años en la mujer, y de 18 y 19 años en el hombre. Con las técnicas adecuadas se puede determinar tiempo antes o después.

 

La implantología siempre fue un tratamiento predecible. Esa predictibilidad se basa en el correcto diagnóstico y plan de tratamiento. Esto se logra en base a la formación del profesional -más allá del aspecto biológico del paciente-. La falta de preparación del especialista y la generalización de los tratamientos en manos poco idóneas hace que se pierda esa predictibilidad.

 

Por otra parte, cuando los pacientes vienen a la consulta por la pérdida de una pieza dentaria generalmente se debe a traumatismos (también puede ser por caries). Hay factores que hay que tener en cuenta, como la edad del paciente (no es lo mismo que se produzca a los 14 que a los 18), que significa la decisión del tipo de tratamiento que va a recibir y cómo fue la mecánica del traumatismo.

 

Hay niños que pierden las piezas generalmente en el sector anterior, lo cual constituye un desafío para la rehabilitación por el tema estético. Los traumatismos se pueden deber a deportes o peleas. Entonces es importante hacer una evaluación exhaustiva para poder hacer las cosas correctamente, porque generalmente hay pérdida de tejido óseo o blando. Es posible que no se pueda colocar un implante a un joven de 14 años, pero si hay perdida de sustancia se puede preparar el terreno receptor de ese implante mediante injertos o técnicas de regeneración. En caso contrario, en el lapso de tres o cuatro años, la perdida ósea será mayor.

 

Todos los criterios citados enmarcan a la cirugía pediátrica en un capítulo aparte dentro de la cirugía bucomaxilofacial.

 

Agradecemos al Prof. Dr. Eduardo Brava por colaborar en esta nota.

 

La entrevista completa al Prof. Eduardo Brava se encuentra disponible en www.pandonto.com.ar

 

 

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